En la jornada final del XX Festival de La Habana

Generaciones sucesivas

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Consagrada a los compositores cubanos, la jornada final del XX Festival de La Habana de Música Contemporánea, auspiciado por la UNEAC, propició al público el encuentro con la obra de autores de generaciones sucesivas: Alfredo Diez Nieto, Roberto Valera, Jorge López Marín, Efraín Amador y Ariel Valera. Más allá de que el azar de la programación los haya reunido, la significación del acontecimiento radicó en la posibilidad de escuchar diversos discursos musicales bajo el denominador común de un afán por trascender las convenciones del oficio en aras de expresar ideas y convicciones estéticas.

Efraín Amador, el tres en el plano sinfónico.

Jorge López Marín, al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional, dio cuenta de la primera parte, con el estreno de una obra suya, Rumor de fantasmas, orientada exclusivamente a las cuerdas, y otra del maestro Diez Nieto, In memoriam a mi madre, sumamente destacable por su dimensión elegíaca.

Roberto Valera, un autor que le mete el cuerpo a la dirección.

Momento sumamente especial resultó el Concierto para tres y orquesta, de Efraín Amador, con el propio autor como solista. Por primera vez ese instrumento de cubanísima progenie se hizo acompañar de la Sinfónica Nacional en el teatro Amadeo Roldán. Efraín, como todos conocen, es el padre de la Escuela Cubana del Tres y el Laúd y ha dedicado a ese empeño lo mejor de sí. En cuanto a la obra, el guitarrista Martín Pedreira, con agudo tino, la ha calificado como "el Aranjuez cubano". Los aires de la tierra —puntos y tonadas de Camagüey y Sancti Spíritus— se yerguen en homenaje a los grandes interpretes populares (Raúl Lima, Orestes Peláez) en una trama de notable riqueza armónica, asumida con altura profesional y buen gusto por la OSN y la batuta de López Marín. Y en primer plano, el tres punteado y rayado con algo más que maestría por Amador: con alma.

Con una partitura de cauce fluido y muy gráficas frases, Meditación y fiesta, de Ariel Valera, el más joven de los compositores en el programa, graduado del ISA bajo la tutela de Harold Gramatges, comenzó la segunda parte. Motivo de orgullo paternal para el director de ese segmento: Roberto Valera. ¿Por qué este, uno de nuestros más prominentes compositores, no escala con más frecuencia el podio? Domina el instrumento orquestal con propiedad y nervio. Bajo su égida, la concertación es ajustada y precisa en matices. Exige y comunica. Lo demostró no solo con la obra de su hijo, sino con el estreno de una partitura que él mismo escribió a petición de una joven coreógrafa mexicana. Colhuacán es una suite de espléndido despliegue sonoro e ingeniosos recursos intertextuales que resume la historia mexicana.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *