Es verdad, que el haber recibido esta invitación para colaborar en la presentación de este libro, tuve una doble emoción. Por una parte, el honor del estar en este espacio académico y querido junto a la gente que rodea a Margot y Osvaldo desde el cariño y el amor por aquellos que transitan por el país, bebiendo del alma de chilenia e instalados junto al pueblo como uno más.
Lo segundo, fue lo extraño que siempre resulta para un músico, o al menos para mí, el tener que hablar desde este lenguaje en discurso. Que a veces, no me es cómodo, pero que no por ello abandono por otro más fácil sin entregarme a la aventura de la escritura, de su sonido y de allí al texto que les entrego, con profunda humildad, pues digamos las cosas como son:
¿qué puede uno decir, al lado del inmenso trabajo que ellos han desarrollado contribuyendo a la formación de una identidad país a lo largo de toda una vida?.
Por eso es, que en primer lugar, me sumo a presentarles mis respetos antes que mis palabras, pues ellas serán un recorrido por ellos, más que adelantarles todos los misterios que encierra el texto.
Intento decir algo que más que coherencia, tiene la esperanza de ser herencia de todo lo que he vivido junto a ellos. Pues desde el año 1980 en que ingrese a la PUCV, me acompañaron sus viajes y experiencias vertidas en el glorioso Cerro Barón, en la Sala 7 y posteriormente en mi vida profesional académica, con la prudencia que los maestros saben tener cuando uno quiere negarse a aceptar- por falta de madurez- la realidad del entorno del trompo, el mote con huesillos, la guitarra, el volantín, el charqui y el trote tarapaqueño que de la pampa llegó.
Nuestros queridos amigos y maestros, viven coordinados apasionadamente con el entorno de la identidad chilena, en donde cada decisión que toman, es consecuente con la observación amorosa, pero al mismo tiempo rigurosa de cualquier realidad en la que les toque vivir desde sus innumerables viajes a terreno, fuente inagotable de su mirar para desde allí… entender este mundo.
Sin duda su propia existencia, es una composición poética que hace de sus viajes y por lo tanto de su trabajo y búsqueda, un lugar infinito y además libre, por donde ellos transitan como la pareja que recorre los tiempos levantando polvaredas para desbordar luego, una verdad enterrada . Estas verdades, en muchos casos, han sido imágenes adelantadas a su tiempo y algo de magia hay en todo lo que nos dicen, pues a veces hay que esperar una vida para entender, lo que en un momento sus palabras querían decir cuando brotaban del manantial al borde del Marga Marga.
Es especialmente significativo en ellos, el hecho de que en los tiempos en que nos encontramos, en donde la velocidad a ratos delirante y viviendo las arremetidas feroces de prácticas foráneas fusionándose con las nuestras y con ello, mutando la identidad de nuestros jóvenes, aún exista la defensa, tiempo y fuerzas suficientes para mantener vivas nuestras tradiciones, y que ellas puedan aún, ser depositadas en un libro de esta naturaleza. En la noble escritura de este texto, está depositado, sin lugar a dudas, una de las más potentes formas de resguardo de lo propio…la identidad chilenas que tanto vamos por allí citando y difícilmente comprendiendo, en medio de la ciudad, la tecnología global, la cultura del desnudo de la intimidad mal entendida.
Así, vuelven a remecer las conciencias de todos aquellos que están atentos a estos trastornos y que nuevamente, a través de sus investigaciones desbordadas en libros y presencia, contienen una vez más sus bellas palabras plenas de impulso para la valorar lo propio. Lo que ustedes podrán constatar en la lectura de este libro desde un comienzo hasta sus reflexiones finales.
Margot y Osvaldo han sido incansables en esta tarea, lo que les ha permitido no sólo recibir los homenajes merecidos, sino algo más importante, el reconocimiento de generaciones y generaciones que ven ellos lo más autentico de nuestros bailes de tierra, de nuestras poesías no truncadas, y de la actitud sabia que se funde entre la humildad y la acción decidida, para regalarnos su conocimiento. Y como signo visible de ello, el hecho vivo del estar junto al pueblo que los ha acompañado a lo largo de su vida, que siempre los ha sabido no sólo querer, sino también distinguir con la fuerza de una vida llena de gracias.
Queridos Maestros, los veo sentados frente a mí, y al mismo tiempo sé con certeza que ya no están allí, que están fuera del aquí, aunque físicamente podamos verlos. Pero me asiste la firme convicción de que ese no estar, es la enorme dimensión de su vuelo, que ya se encuentran en otro rincón de nuestro país, dejándonos el aire suficiente para continuar nuestras particulares misiones a todos encomendadas, por la firme vocación de sabiduría de esa tierra que tanto han cultivado.
El libro que ustedes nos entregan, es la mirada de su vida, es la experiencia de su camino trazado en su encuentro permanente con el alma de Chile incrustada en su pueblo.
Los pasajes más íntimos de su mirar están escritos con la sencillez de quien nada tiene que adornar, de quienes no teme a la desnudez del pueblo, de quienes desde la vocación- en el arte de lo originario- han construido una vida también como parte del pueblo.
Hablar de un nuevo texto de ambos maestros, siempre es una nueva aventura a la cual hay que entregarse con la tranquilidad, pues cada palabra dicha desde ellos como cada ejemplo, mención y cada emoción, arrancan desde la más pura emoción y razón de sus vidas, desde lo más profundo de sus almas
Margot, es una recopiladora, investigadora, cultora y tremenda personalidd, que desde esa cercanía a la experiencia, le ha permitido filtrar aquello importante de cada expresión desde su conocimiento e intuición.
Es lo que podemos decir, y perdóneme la expresión, “una mujer a la cual no le cortan o cuentan cuerdas de guitarra” o “no le pasan mandolina por cavaquiño”. Simplemente esta mujer de visión y horizonte amplio, logró percibir muchos fenómenos culturales actuales desde mucho tiempo antes que ocurrieran en nuestro país, y que siempre junto a Osvaldo, los enfrentaron desde su enseñanza crítica como fenómenos futuros, que atentarían contra nuestra identidad, idiosincrasia, características del arte de chilenia y fundamentalmente, el posible daño a las tradiciones en el alma propia del pueblo, tan querido por ellos.
Esta alma es un alimento, es la naturaleza de bellezas, la forma del caminar del hombre común, la forma de vibrar de los paisajes de vida por ellos descritos, la noción de héroes con que ellos los dimensionan es tarea peregrina de lo propio. Es intención de sonido en el idioma, un refrán, un poema, un dibujo trazado de un baile que ahora se complementa con los ejemplos de música viva y escrita para la el goce de la pareja.
Es la ventana desde el dilema de la vida y de la muerte. De este modo, ellos van descubriendo el alma de nuestra cultura que la regalan al pueblo como forma de proporciones trascendentes. Su plena lucidez radica en que como hombres del pueblo, han recibido dones por adelantado que les permiten mirar y entender con sabiduría lo propio de su andar. Con ello, su alma ha trascendido el tiempo y el lugar. Tan pronto en el norte, tanto en el Sur y aún más lejos.
Para hombres, de la calidad de ellos, dedicarse al pueblo en su investigación, es un ejercicio espiritual y permanente de responsabilidad histórica, que lo han asumido y lo han enseñado con su ejemplo amoroso, pícaro, inteligente y al mismo tiempo crítico. No en vano, han enfrentado a presidentes, políticos, poetas, artistas y paganos defensores de la cultura chilena desde la comodidad regalada por un lado derecho del salón vestidos de chaquetas cortas y rojas. Ellos, no dudaron. Ellos nos hacen dudar.
Escribir es para ellos… el cantar y el bailar y esa es su obsesión.
Una vez Margot dijo: “Estamos muy interesados en aportar a nuestros alumnos, formación y material que contribuyan a una línea de composición con carácter nacional. Creemos que es importante que el compositor chileno conozca sus propias raíces musicales.”
Yo soy uno de esos compositores de la academia, que han aprendido de ellos la lección de mirar Europa no más allá de los justo y necesario, y tomar conciencia de la necesaria defensa de los pueblos originarios, del entendimiento de nuestra cultura cotidiana y de los fenómenos migratorios de cuanta expresión circula por el vivir a diario.
Pero al mismo tiempo declaro con firmeza frente a disyuntivas historicas, frente a valorizaciones banales, y atropello a la razón, que me parece que Víctor Jara fue un maravilloso poeta y mejor aún director de teatro, pero que frente a ello fue un muy mal músico. Y que al mismo tiempo, Violeta Parra me parece hoy y no por ella promovido por cierto, un fenómeno cliché de la sociedad que consume e idolatra la cultura del uso. Un espacio común no de ideas sino de slogans, discursos de grandeza imprudente y sobre todo en donde de la ponchera escolar, sale tanto una Violeta y un Victor, como un Ricky Martin, Pablo Herrera, Plaza o Duque, junto a Juanes, Daddy Yankee o Justin Bieber. Todos ellos son parte de los adoradores de cliches y que han nacido incluso desde nuestra academia.
Esta sociedad no ocultta, sino al descubierto y protegida hay que desenmascararla, pues requiere de esfinges pasadas para adorar. Ellos necesitan levantar a Víctor y a Violeta como la V de la victoria.
Yo me quedo- con mucha humildad- con las palabras, le enseñanza, la mirada, el decir, lo no dicho, lo descubierto y lo no descubierto de Margot y Osvaldo, pues ellos son la fuerte y valiente expresión de un pueblo que no levanta ídolos, sino que sigue la vereda de sus ejemplos puros, desconociendo el consumo, el negocio y la cultura del uso. Y ellos, el pueblo, han hecho a Margot y Osvaldo sus propios caminos para andar silenciosamente.
Por todo esto, su nuevo libro resulta relevador, entusiasta, pleno de juventud, agitado, ágil y cargado de conocimientos que nadie más podría entregarnos, respecto de materias que tanto los cultores como profesores, estudiosos de pre y pos grado como público en general.
Sin lugar a dudas que luego del tremendo aporte a la cultura chilena, a los estudiosos de nuestras tradiciones, a los jóvenes artistas y especialmente a la generaciones futuras, que Margot Loyola y Osvaldo Cádiz entregaron en su libro sobre “La Tonada” testimonios para el futuro, editado por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, todo el mundo vinculado a ellos y a nuestras tradiciones, esperaba con entusiasmo y expectación este segundo texto, referido ahora especialmente a esta alma de la chilenía que es “La Cueca, danza de la vida y de la muerte”.
Aquí, intelectuales e individuos como uno, encontrarán toda la reflexión necesaria que por tantos años se ha buscado tratando de recaudar, desde diversas fuentes, sin encontrar la palabra justa y la noción exacta que nos permitiera entender los fenómenos asociados a la cueca, como están expresados en estas contundentes páginas.
Lo propio sería que yo les contara lo que aquí hay atrapado en hermosas páginas de nuestra historia musical, pero al hacerse, se pierde ese sentido del descubrir con el filtro de la propia mirada, que no sólo revela lo allí expuesto, sino que también reconoce su responsabilidad histórica de ser parte de la transmisión de ese conocimiento pleno, caudaloso, fluvial y verdadero que ellos nos conducen vibrantemente a recorrer con ellos.
Pero si creo oportuno anticiparles que las expresiones de cueca, zamacueca y/o chilena que se encuentran aquí, son esa alma de sus experiencias asentadas en el hecho del estar allí, del bailar, del cantar, del observar, del dialogar, del respirar lo debido y lo desconocido en el lugar donde ocurre, y siempre lejos del escritorio que establece esa poco afortunada distancia entre realidad, sentimiento y aparente conocimiento.
Los invito a pensar en entender lo escrito en este hermoso libro, como parte de un relato personal, casi autobiográfico, pero que al mismo tiempo, deseaba ser parte de un corpus colectivo. Maestros, así sentimos su presencia en donde el uno era el otro y en el otro éramos todos. La vivencia de un pueblo, filtrada por los ojos del y de la poeta… ¿cuánta conmoción en todo ello?, ¿cuánta encrucijada?
Recorrieron Chile entero para lograr entender este fenómeno de la cueca, que además han llamado como vida y muerte, y por ello, sus ejemplos son de los más variados tópicos temáticos que recorren lo histórico con esa mirada popular del juicio al tiempo, como también ese signo humorístico y picaresco que ha rodeado toda la vida la vinculación de ambos con la tierra. Y con ello también, de las acciones propias de nuestro pueblo en su cotidianeidad.
Ciertamente ambos constituyen una verdadera leyenda, un referente de estudio, pero por sobre todo son las personas en la dimensión humana que mejor han entendido y comprendido en la naturaleza de nuestra chilenía.
Ambos, no sólo han sembrado y cosechado lo que luego el pueblo habría de revelarles, sino que también abrieron sus sentidos a la formación tradicional que les brindaría las nociones básicas y al mismo tiempo rigurosas, para valorar, investigar, difundir, registrar y proyectar, lo que desde ese oasis de razón popular, iban bebiendo y entregando de manera desprendida como Maestros de generaciones en la academia.
Lo hermoso en la profundidad de alma por ellos cultivada, radica en que allí, florecerá el desierto.
Dr. Boris Alvarado
Compositor chileno
Miembro de Numero del Colegio Latinoamericano
de Compositores de Arte
Nace en 1962 en la ciudad de Valparaíso-Chile. Inicia sus estudios de música en la P. Universidad Católica de Valparaíso graduándose como Licenciado en Ciencias y Artes Musicales, con la Tesis de Grado ‘Visión del Arte Expresionista’ (1985). Sus estudios abarcan disciplinas como el Contrapunto, Orquestación, Organología, Dirección Coral y Orquestal, Piano, Armonía, Análisis, Historia, Audición Musical, Teoría y Solfeo, Filosofía, folklore, etnomusicólogía, idiomas, electroacústica, semiótica, filosofía, práctica coral y gregoriano.