Una iniciativa que se espera logre contribuir a descubrirnos en una nueva y desconocida, aunque vigente música, se inicia con el texto que nos han regalado a los compositores chilenos, el musicólogo Dr. Juan Pablo González y el etnomusicólogo y compositor Dr. Rafael Díaz.
esde aquellos tiempos de la obra parafraseada en el titulo de este texto, que quizás no se sentía la presencia tan vivamente expresada de nuestra historia y con ella, la real dimensión de la procedencia de las distintas generaciones de compositores chilenos, y como unos a otros se iban conectando desde un tiempo regalado en la cronología en Chile y en otros casos, a las propias e intrincadas vinculaciones de la escritura que vamos heredando unos con otros. Los unos y los otros, y todos con un pasado que se puede constatar con clara veracidad, precisamente en la lectura atenta, generosa y solidaria de este libro.
La verdad, que por cierto no tiene remedio, es que en nuestra sociedad actual, la falta de gentileza por lo propio-dicho seriamente.- por la obra de compositores chilenos del pasado y del presente, por la creación de los jóvenes- hoy, ilustres desconocidos con titulo-, sigue siendo una de las tantas distorsiones de la presencia chilena en el arte actual, y que requería de un texto de esta naturaleza que colocara las cosas en su orden y al orden de las cosas en un tiempo para vernos atrapados en el con la riqueza que regala una bien tratada historia.
Esta deliberada ausencia-la cual algunos generan día a día-, lejos de beneficiar a aquellos que vibran con el arte o quieren descubrir nuevos espacios de placer o conocimiento, sólo a alimentado las ganancias de quienes no les ha importado el recorrido por nuestro camino, acervo y heredada pertinencia, sino más bien, han logrado un evidente resultado que se ha traducido en la viva manifestación de una gran mayoría de esta sociedad, que habla de renovación y de cambios, desde la cómoda arrogancia de la pasividad.
Ciertamente ambos autores están atrapados en la encrucijada más poderosa que se constituye en la valoración de quienes han aportado desde su trabajo de artesano, silencioso, alejado del mundanal ruido del juicio histórico, y valorado por el peso de la historia asociada al debido tiempo de madurez de cada uno.
¿Pero a quién le importaría descubrir el nombre de un creador y la obra acuñada bajo su puño, en un tiempo como el hoy?
Visitar cada nombre, obra y paginas delicadas de este libro, no sólo es una aventura para nosotros, desde el punto de vista de ser capaces de identificar lo que atañe propiamente a nuestra vida madura, sino también representa una grata oportunidad para encontrarnos a lo menos en este siglo que comienza a pasar en medio de la mirada permanente de sus siglos pasados.
Este mirar hacia atrás, apunta a descubrir 40 obras compuestas entre 1918 y el 2000, como una búsqueda permanente por constituirnos en experimento puro desde la noción de nosotros mismos, cuando vamos abandonando vertiginosamente la idea de reconocimiento. Aún así, Chile continúa en una profunda falla o grieta geográfica que encuentra un morboso goce, en la falta de respeto del pasado.
Luego, esta otra forma de vernos a nosotros mismos como en constante presente, hace que se nos aleje el fantasma del tiempo y se torna placentero el día a día. Valorar el momento en que vamos siendo atrapados todos en las paginas de un texto que habla de nosotros, desde la voluntad acogedora de Juan Pablo y Rafael de medirnos, de gozar nuestro quehacer, y estimar si ello da, incluso, para un producto del Siglo XXI… ya pasando, si alguien requiriera enamorarse de una sociedad chilena de leyes naturales del mercado.
Por ello, mirar otros hermosos contextos de nuestra historia, nos permite en estas páginas reconocer que muchos se han adaptado perfectamente a su época, sintiendo la coincidencia con sus ideas. Otros, opuestamente sintieron la necesidad apocalíptica del descubrir para los demás, y finalmente, otros procedieron a romper lo que el mercado entendía como a unos mejores que a otros, dejándonos “abandonados” al preciado estado de la intimidad del trabajo, la naturaleza de cada hombre, su grado de evolución en todo sentido, todo aquello que nos permita darnos cuenta de los propios sistemas de referencia, intensiones, juegos, ética y conocimiento de si mismo, arrimados al árbol de la naturaleza.
¿Por qué no despertar esa sana curiosidad por la música del otro y en el momento en que ambos existimos, en el instante de conocernos y de reconciliarnos? ¿Será porque la herida se abre, y el dolor será el fondo sobre el que se destaca la bondad? ¿O por que en el mundo de la experiencia, el dolor no halla alivio?
Este cuidado texto, que se nos brinda como “Altacopa”, nos permite ampliar como sociedad nuestros horizontes en el campo de lo (des)conocido, nos permite ver la música precisamente en su ritmo y con ello creer en lo que estas piezas de música y sus artesanos logran abrir, que en lo que cierran u obtienen.
Descubrir en un compositor, su punto de vista actual y su propio movimiento o incluso lo relevante, experimental o aventurero de ese pensar en su propio momento, es sin duda una parte importante de este libro que se abre hacia nosotros como parte de la música de nuestro pasado-ayer.
Decir que este texto alude sólo a una situación de índole temporal antes que apuntar a una forma de expresión propia, es una equivocación, pues desde lo más profundo de su escritura se replantea conceptos tradicionales, supera las fragmentaciones impuestas por filósofos y religiones; y logra un cuadro del universo histórico en el que el hombre, naturaleza; eternidad e instante; presente y pasado; tangible e intangible, son vistos como una unidad indivisible.
Estamos condicionados a creer más en la medida y al cálculo que separa y segmenta irremediablemente que las unidades yuxtapuestas de nuestras vidas y de nuestras obras. Y de ello nos habla este texto, de nuestros músicos que son nuestro pasado-presente.
Desde esta perspectiva y a esta escala, podemos ver los conflictos históricos como expresión de un mundo espiritual condicionado, un mundo de espiritualidad que no está disociado de lo concreto sino que intercambia su energía. Lo esencial del texto como rigor del pensamiento, está en su convicción de que lo que existe en el mundo contemporáneo chileno es necesario, pues forma parte de lo creado como hecho puro de la noción de ser. Se establece así una dinámica de simetrías y correspondencias binarias.
Tenemos que sumergirnos, en parte, radicalmente en el texto para luego poder apreciar en toda su magnitud lo que nos sugieren las cosas dichas, como momentos increíblemente puntuales, desde dónde realizamos nuestras vidas, quehaceres, experimentos, experiencias, ciencias y amores.
Y desde donde se nos proyecta nuestra identidad, generando vínculos entre nosotros y otras personas de distintas especialidad y países, para pensar todos, los instantes en torno al acto de la creación.
Dr. Boris Alvarado
IMUS
PUCV
Chile
Nace en 1962 en la ciudad de Valparaíso-Chile. Inicia sus estudios de música en la P. Universidad Católica de Valparaíso graduándose como Licenciado en Ciencias y Artes Musicales, con la Tesis de Grado ‘Visión del Arte Expresionista’ (1985). Sus estudios abarcan disciplinas como el Contrapunto, Orquestación, Organología, Dirección Coral y Orquestal, Piano, Armonía, Análisis, Historia, Audición Musical, Teoría y Solfeo, Filosofía, folklore, etnomusicólogía, idiomas, electroacústica, semiótica, filosofía, práctica coral y gregoriano.